La Comida arqueológica


Extraído de cookingideas.es escrito por Daniel Civantos.

El 23 de abril de 1983 se celebró un banquete para unos 120 comensales en los terrenos de un castillo cerca de Versalles. Más que un banquete era un picnic en toda regla, pues se realizó al aire libre, en los jardines de la zona Montcel, en Jouy-en-Josas (Yvelines).

Y ya que nos ponemos en la categoría de pic-nic, saltamos a la de BBC (Bacanal de Barbacoa con Casquería) según constaba en el menú: oreja de cerdo a la plancha, rabo y manitas de ídem, ubres de cabra ahumada, callos, alguna que otra criadilla…una comida destinada a dejar huella en el tiempo, tanto en el sentido literal como en el figurado.

Hacia el final de la comida, el presidente de la mesa sacó un silbato y lo tocó con gran fuerza, prestándose el centenar de personas, alegres y contentas por el vino, a tirar todos los restos de la comida, incluyendo cuchillos, platos y resto de menaje, a una zanja de 40 metros de largo que había hecho previamente un excavadora.

Había que enterrar los restos del banquete. Pero no a la manera rusa o griega, rompiendo las cosas por encima del hombro: lo que se buscaba era hacer un enterramiento, con cuidado, de la mesa tal y como quedó al final de la comida.




Detrás de la curiosa perfomance estaba el artista suizo Daniel Spoerri, una figura clave en el movimiento Eat Art. Sus invitados eran un puñado de artistas famosos franceses del nuevo realismo, así como cineastas y críticos.

El “Déjeuner sous l’herbe” (El almuerzo en la hierba) tenía como misión crear un “banquete underground”, para así explorar la naturaleza del tiempo y del presente, la utopía de congelar el tiempo, el viejo sueño de la humanidad.

Ayer, 27 años y un mes y medio después, un grupo de científicos franceses se reunió otra vez bajo el sol de Versalles para devolver a la vida el evento artístico, exhumando la comida y los utensilios, esta vez utilizando las últimas técnicas arqueológicas.

Esta experiencia permitirá a los investigadores y arqueólogos franceses poner a prueba sus sistemas de análisis químicos y estudiar cuidadosamente la forma en que se descomponen los materiales como la cerámica. O los callos. De hecho, la descomposición de la comida es una característica importante de la arqueología contemporánea, que evita lidiar con los procesos geológicos de formación de yacimientos

“Sabemos lo que comían: sobre todo callos. Ahora vamos a tratar de encontrar rastros de ellos”. Esta es la máxima de los investigadores, que ya han bautizado el yacimiento como “la primera excavación arqueológica en la historia del arte moderno”. Una docena de laboratorios están involucrados en busca de respuestas acerca de los vínculos entre el mundo artístico y científico.



El Sr. Spoerri, ahora con 80 años y una estricta dieta que ha suprimido los callos de su menú, además de varios de sus invitados al picnic original, estuvieron presentes la semana pasada para supervisar la excavación de la comida pantagruélica.

Aunque las botellas y los platos seguían intactas, las mesas había desaparecido. También juró y perjuró que no había utilizado vasos de plástico en su festín, pero algunos vasos plegables de cámping aparecieron casi en tan buen estado como si estuvieran nuevos. “Es preocupante”, exclamó, no sé si refiriéndose a su memoria o a la bofetada de realidad que puede dar un vaso de PET que en 27 años sigue impertérrito.

La excavación, aunque parezca insólita, es de gran interés arqueológico por diferentes razones. Desde el punto de vista metodológico, es interesante ver un cuarto de siglo después los tipos de restos, en un contexto donde una literatura oral, escrita y fotográfica existe. Esa búsqueda también plantea, desde un punto de vista legal y administrativa, la cuestión de la definición de la llamada “Arqueología del Presente”, que tantos quebraderos de cabeza está dando a nuestros políticos.

Por último, en los últimos tiempos la arqueología ha prestado especial atención a los “banquetes” y a mostrar la importancia de estos actos festivos para el funcionamiento social, como se hace desde el neolítico, entrando en el terreno de la antropología social.

Por lo tanto, la búsqueda de “la comida en la hierba” bajo tierra, desde múltiples puntos de vista, una iniciativa científica importante. Y como tal, se ha cumplido a raja tabla la operativa de cualquier excavación arqueológica importante, con sus estrictos protocolos. Todo para contestar varias preguntas sin necesidad de mirar las fotos que todos podemos ver:

¿Quiénes son las personas que llevaron a cabo esta cena? ¿Cuál fue el menú (además de callos)? ¿Cuáles fueron los principios que ordenaron este ritual gastro-artístico? ¿Qué les empujó a hacerlo? y la más importante ¿Es legítimo el uso de la arqueología para tratar de buscar respuestas a nuestro mundo contemporáneo?

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